Diario - 27/03/2013

Europa y su inagotable capacidad para explosionar expectativas

Noten este detalle que tuve la chance de twitear ayer: Un colega me hizo notar ayer: “Germán, el nombre del chief del Banco Central en Chipre es “Panicos”, un detalle no más en esta ensalada interminable en la que se ha convertido el “episodio Chipre”. Estoy ansioso por observar cómo abren los bancos en Chipre el jueves…..

Pasaron seis años de crisis y las razones que fundamentalmente nos condujeron a este desastre permanecen casi intactas. En economía la realidad no puede ignorarse por siempre: a los shocks reales que nos condujeron a este desastre habrá que enfrenatrlos alguna vez y asumir los costos políticos que ello implique.

Nos hemos acostumbrado tanto a la crisis que nos olvidamos de que por mucho tiempo más seguirá siendo una crisis global altamente contenida y distorsionada. La inestabilidad financiera y la falta de crecimiento mundial serán aspectos que nos acompañarán persistentemente por la próxima década.

Hemos tenido la chance de observar el accionar de los principales dos bancos centrales del mundo: la Fed de Bernanke y el BCE. Y así como la crisis nos sorprende casi cíclica y persistentemente, hemos también tenido la chance de observar dos posturas absolutamente extremas y opuestas frente a la forma de transitar un evento único en la historia de los mercados financieros.

Lo lamentable, es que ambas posturas han sido sumamente ineficaces en resolver las raíces de esta crisis interminable si bien es cierto que la consistencia monetaria de la Fed le ha conferido al mercado una clara noción de estabilidad de corto plazo hipotecando quizá la del largo, eso lo veremos en los próximos años aún cuando “en el largo plazo estemos todos muertos” tal como decía el genial Keynes.

La Fed ha sido históricamente agresiva en ejecutar una política monetaria muy heterodoxa caracterizada por tasas en cero y emisión gigantesca de dólares por todos lados. Si bien el déficit fiscal americano es absolutamente insostenible, muy poco se ha hecho en esta dimensión del problema. Al lado fiscal se lo dejó intacto y la Fed impactó a los mercados financieros a través de una dósis agresiva y repetida de política monetaria expansiva.

La política monetaria tiene enormes ventajas en medio de una crisis. Las bajas de tasas operan muy rápidamente sobre el sistema, generando estímulos en el consumo. También es cierto que al volcarse el exceso de dólares en los mercados de commodities y activos financieros los mismos han subido sustancialmente contagiando positivamente expectativas. Cuando los inversores ven todo subir en general no se cuestionan las causas sino que se distraen vía ilusión monetaria y eso calma temporariamente cualquier otro probablema que amenace a la economía real.

Pero también es cierto que un banco central no puede jugar por siempre la misma carta de póker. Hace seis años que cada vez que la crisis se expresa en un nuevo episodio vemos a una Fed emitiendo dólares. Esto obviamente no se puede hacer “in-eternum” dado que desafía al sentido común más básico. Si fuese tan fácil solucionar problemas reales vía shocks monetarios, no habría problemas reales en este mundo, lo cual es obviamente incorrecto.

Por el contrario, el BCE ha negado sistemáticamente el uso de la política monetaria como amortiguador temporario de los problemas reales que impactan a Europa y ha enfrentado al problema con la estrategia del “detrás de la zanahoria”. La Unión Europea sigue empecinada en restablecer estabilidad en la relación deuda/crecimiento a través de severos paquetes de ajuste fiscal en un marco de un insostenible desempleo. Está muy bien intentar tornarse fiscalmente ortodoxo cuando la raíz del problema es exceso de deuda. Pero también es cierto que para que un programa económico pueda implementarse debe primero pasar la barrera social y en última instancia ser apoyado por sus respectivas ciudadanías. Lo de Chipre es un componnete más de una secuencia muy robusta de desaciertos y de subestimación de la relación entre expectativas, mercados financieros y economía real.

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