Diario - 08/05/2013

Europa y USA: política monetaria con impactos opuestos

Mucho se ha escrito sobre la gravedad de la crisis financiera internacional y mucho se ha opinado también respecto a sus causas. Lo cierto es que el mundo lleva ya seis años de una crisis que por momentos da la sensación de ser interminable. La potencial inestabilidad y la falta de crecimiento mundial serán aspectos que nos acompañarán persistentemente por la próxima década.

En este entorno hemos tenido la chance de observar el accionar de los principales dos bancos centrales del mundo: la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo. Y así como la crisis nos sorprende casi cíclica y persistentemente, hemos también tenido la chance de observar dos posturas absolutamente extremas y opuestas frente a la forma de transitar un evento único en la historia de los mercados financieros. Lo preocupante, es que ambas posturas han sido sumamente ineficaces en resolver las raíces de esta crisis interminable aun cuando los mercados no paren de reflacionar y festejar escondiendo una realidad económica muy divorciada del espíritu reflacionario de los mercados. Todo reflaciona, menos la economía real.

Por un lado, la Fed de Bernanke ha sido históricamente agresiva en ejecutar una política monetaria caracterizada por tasas en cero y emisión gigantesca de dólares vía tres QEs. Si bien el déficit fiscal americano es absolutamente insostenible, muy poco se ha hecho en esta dimensión del problema. Por el contrario, al lado fiscal se lo dejó intacto y la Fed impactó a los mercados financieros a través de una dósis muy agresiva de política monetaria. Por momentos se siente como que la Fed entiende que la única forma de solucionar su propio drama es vía licuación monetaria.

La Fed comenzó con una agresiva política de baja de tasas llevando su tasa de referencia al 0%. Y como esto no fue suficiente, vinieron sus tres famosas rondas de Flexibilización Cuantitativa (QEI, QEII y QEIII) que en esencia implica la emisión de dólares contra la compra de bonos del Tesoro Americano. Estas políticas han sido mucho más eficaces en generar inflación de commodities que en reactivar la diesmada economía americana.

Es cierto que la política monetaria tiene enormes ventajas en medio de una crisis. Primero: las bajas de tasas de interés operan muy rápidamente sobre el sistema, generando estímulos en el consumo y en la inversión. Segundo: también es cierto que al volcarse el exceso de dólares en los mercados de commodities y activos financieros los mismos han subido sustancialmente contagiando positivamente expectativas proceso que se ha denominado reflación. Cuando los inversores ven todo subir en general no se cuestionan las causas sino que se distraen vía ilusión monetaria y eso calma temporariamente cualquier otro probablema que amenace a la economía real contagiando de un optimismo vacío en esencia.

Pero también es cierto que un banco central no puede jugar todo el tiempo la misma carta de póker. Esto obviamente no se puede hacer in-eternum dado que desafía al sentido común más básico. Si fuese tan fácil solucionar problemas reales vía shocks monetarios, no habría problemas reales en este mundo, lo cual es obviamente incorrecto. Sin embrago, en el corto plazo la Fed ha conseguido resultados notables y esto sin dudas es mérito de Bernanke.

Del otro lado del Atlántico las cosas están mucho peor. El BCE ha negado sistemáticamente el uso de la política monetaria como amortiguador temporario de los problemas reales que impactan a Europa y ha enfrentado al problema con la estrategia del “detrás de la zanahoria”. La Unión Europea ha intentado restablecer estabilidad en la relación deuda/crecimiento a través de severos paquetes de ajuste fiscal en un marco de elevadísimo desempleo.

Está muy bien intentar tornarse fiscalmente ortodoxo cuando la raíz del problema es exceso de deuda. Pero también es cierto que para que un programa económico pueda implementarse debe primero pasar la barrera social y en última instancia ser apoyado por sus respectivas ciudadanías.

El problema del enfoque europeo es precisamente ese: para países como España y Grecia con una tasa de desempleo que supera el 27% se hace virtualmente imposible hacer cirugía general sin anestesia. La anestesia en este caso estaría representada por la implementación simultánea de una agresiva política monetaria que oxigene al sistema y que le de la fluidez necesaria para realizar los cambios fiscales que seguramente pegarán en lo mas profundo del electorado.

Lamentablemente, hace seis años que vemos a Estados Unidos abusar de su herramienta monetaria como salida de la crisis y a Europa enfatizando casi exclusivamente en el ajuste fiscal como solución del problema. Lo paradójico de todo esto es que si ambos bloques hubiesen tomado decisiones más centradas y no tan extremistas hubieran sido capaces de armar un combo monetario y fiscal que utilizase lo bueno de cada alternativa de política económica.

Las razones que fundamentalmente nos condujeron a este drama global permanecen casi intactas. De una u otra forma, el status quo quiere mantenerse inmutable. Sin embargo, en economía la realidad no puede ignorarse por siempre: a los shocks reales que nos condujeron a este desastre habrá que enfrenatrlos alguna vez y asumir los costos políticos que ello implique.

Recuerden: esta crisis se comió ya a cinco líderes europeos.

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