Academicas - 05/12/2022

Dólar y un golpe de mercado: el ajuste nunca lo hará un político

Para ser creíble, todo político opositor que anuncie “solución económica para la Argentina de caras al 2024″ deberá indicar quién pagará los costos de la cirugía que necesariamente implicará dicha solución. Sin cirugía y mucho menos sin costos asociados a la misma no existe solución posible. Sin embargo, no escuché a un solo político opositor que ni siquiera lo sugiera lo cual es llamativo dado que el deterioro económico es inmenso y por lo tanto los costos de la corrección serán enormes e ineludibles.

Probablemente, tendremos un shock grande en 2023 o 2024 y si no lo hacen los políticos, lo hará el mercado. El gradualismo dejó de ser opción y lamentablemente la cirugía es el escenario base fruto de postergar durante muchos años correcciones razonables que hubieran evitado el deterioro actual de cosas. Todo se viene acumulando en una gigantesca olla a presión y surgen dos preguntas ineludibles. Primero: ¿qué parte del país deberá pagarlo y cuándo? Segundo: ¿dónde está el plan quirúrgico de la oposición o solo nos van a relatar cuentos de colores?

Me animo a imaginar que todo este ajuste le tocará al presidente que sigue en 2024 y de ahí que resulta más que irónico e inverosímil escuchar generalizados augurios de prosperidad pero sin corrección mediante, lo cual no puede ser cierto en la Argentina de hoy. Mi sensación es que ningún político se animará a la corrección directa y por lo tanto la misma la ejecutará el mercado, la cual suele ser la más dolorosa de todas las correcciones posibles pero a la vez la más sincera y efectiva y para eso los argentinos tenemos varios eventos de experiencia pasada. La oposición deberá comprender que si el ajuste lo hace el mercado será en la forma de una corrida al dólar con hiperinflación y estar preparada para echarle la culpa al otro como siempre ocurre.

El trabajo de todo político es seducir de la manera más elegante posible, diciendo poco en el proceso. El problema es que en ese “no decir” se pueden generar esperanzas que rápidamente se transformen en frustraciones de la mano de una economía que para mejorar primero deberá sangrar. A pesar de las tonteras que sugiera la oposición, el estado macroeconómico actual hace imposible el salto inmediato a la prosperidad sin antes ejecutar una corrección sustancial que reduzca muy significativamente el gasto público y desregule a toda la economía.

De ejecutarse, la reducción del gasto público será enormemente costosa en términos políticos al presidente que intente implementarla pero si no lo hace no pareciera existir otra forma de adelgazar a un país que viene excediéndose en su dieta desde hace décadas a menos que se delegue dicha decisión a la crueldad del mercado. La Argentina de hoy se caracteriza por ser una nación en donde correcciones razonables han sido permanente postergadas al punto tal de llegar a la situación en la que hoy estamos con un país que peligrosamente viene acelerando su inflación a niveles cercanos a la inestabilidad y con una deuda soberana que descuenta un default casi inminente. La oposición debiera advertirles a los argentinos que estamos al borde de dos eventos cataclísmicos: default e hiperinflación. Y recodemos además, que existe una altísima correlación entre inflación y pobreza.

Argentina no es un país pobre, Argentina es un país empobrecido, que no es lo mismo y ese proceso de empobrecimiento es el resultado de políticas económicas y sociales conceptualmente erróneas que vienen repitiéndose desde hace décadas. Sin embargo, a pesar de una coyuntura que evidentemente demuestra un permanente fracaso, el argentino mayoritariamente quiere creer otra vez que la solución podrá venir sin costo y entonces el ciclo de la alternancia sigue intacto: votamos al del otro lado porque el que tenemos no cumplió lo prometido y así estamos desde 1810.

Cada día que transcurre sin corrección es un día más que estrangula a la coyuntura y sigue sumándose a una pesada mochila macroeconómica y los argentinos mayoritariamente intentan otra vez ilusionarse con aquella propuesta opositora que insinúe la solución más rápida y menos costosa, lo cual es imposible desde lo económico. Lo cierto es que desde 1983 cada gobierno supo quebrar la esperanza y transformarla en frustración y los argentinos entraron en un péndulo en donde alternamos propuestas todas esencialmente erróneas de un lado y del otro del charco con una sola consecuencia: empobrecimiento crónico y sistemático. Cada gobierno le entrega al que sigue un país peor.

Antes que la clase política, el que debe sincerarse consigo mismo es el argentino de a pie y entender que sin costos extremos no habrá solución posible y demandar en consecuencia una oferta política sincera. Muy lamentablemente, décadas de esta misma forma de hacer política nos han acorralado en un escenario en donde no nos queda otra cosa que tomar enormes pérdidas en el corto, mediano y largo plazo.

¿Puede semejante cuota de sinceridad en la boca de un político ganar una elección? Por supuesto que no y por lo tanto, gane quien gane para el 2024, este ciclo de esperanza, frustración, desesperanza y alternancia seguirá probablemente intacto pero bajo un entorno de deterioro que se nos viene acelerando alarmantemente. Le queda al mercado entonces dictaminar el momento del ajuste. Ojalá me equivoque y pueda disfrutar los beneficios de medidas económicas que sin costos significativos nos lleven mágicamente a una alquímica prosperidad generalizada y nos caiga maná del cielo.

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