Academicas - 18/09/2023

Entre el choripán y la leyenda: hacia una dolarización sin dólares y una motosierra sin dientes

Explicando lo obvio. Así como no se puede pintar una casa “sin pintura”, resulta imposible apagar un incendio “sin agua” y tampoco se puede dolarizar “sin dólares”. En cualquier otro país del mundo no haría falta aclar esto, pero vivimos en Peronia, tierra de la ilusión, de la magia y la polenta. En esta coyuntura, la inflación mensual de agosto nos da 12.40%, si anualizamos dicha cifra llegamos a 306.63%. Recuerdo que en 2019 los enojados con Mauricio votaron a Alberto para “castigarlo”. Y ahora probablemente, una masa potencialmente asemejable de enojos múltiples vote “dolarización sin dólares” y “motosierra sin dientes” para “salvarse” como si la solución fuese mágica. Maravillosa genialidad la de votantes argentinos sin embargo, este tipo de voto enojado, psiquiátrico, bipolar y sumamente inestable, tiene consecuencias serias y costos muy elevados para la Argentina. Wall Street nos está mirando y nos dice: “ni un solo dólar esta vez, primero cálmense, piensen, mediten, aprendan y vuelvan”.

Cinco preguntas iniciales para el próximo presidente:

¿Si no podemos dolarizar instantáneamente, cuál será el plan antinflacionario que permita bajar una inflación anualizada del 306% a una cifra normal?

¿La inexistencia de dólares iniciales obliga a un proceso desinflacionario gradual?

¿Si ese es el caso, cuántos años llevaría para que una Argentina sin dólares inmediatos converja a una inflación del 5% anual?

¿Si no hay dólares instantáneos, nos quedamos sin shock y sin magia?

¿Sin dólares iniciales, quedará la Argentina atrapada en un gradualismo forzado, indeseado e incómodo?

Stocks versus flujos. Argentina exhibe una posición de stocks muy desfavorable al menos, a nivel inmediato de caras a la gestión del próximo mandatario. Con el tiempo y suponiendo que esta vez no nos equivocamos al andar, los flujos de exportación podrían comenzar a recomponer nuestra endeble situación de stocks pero para ello habrá que hacerlo todo bien y esperar, ninguna solución será inmediata y probablemente, los mercados financieros internacionales nos dejen solos en este proceso inicial. El 2024 será muy distinto al 2016, por entonces el mundo creyó en que “habíamos cambiado”, ahora la vara será muy alta debido a nuestra zigzagueante historia electoral reciente. La pendularidad psiquiátrica del votante argentino hace imposible intentar un cambio sustentable en nuestra economía y eso Wall Street la aprendió muy bien en 2019. El mensaje de Wall Street es sencillo: queremos una severa austeridad fiscal, cualquier otra cosa no nos interesa.

Veinte años de kirchnerismo imponen restricciones imposibles de ignorar hacia el futuro. Gane quien gane las elecciones presidenciales de 2023 dentro del arco opositor, no habrá diferencias iniciales importantes. La razón es muy sencilla: en economía, las restricciones mandan y la realidad está tan deteriorada que aun sin kirchnerismo deberemos vivir por largo tiempo con las restricciones impuestas por un sistema económico que nos acompañará por largos años. Aun con la intención de cambiarlo todo, el modelo actual genera una obligada dinámica hacia el futuro imposible de modificar con inmediatez. Nada será fácil, nada podrá arreglarse rápidamente en la Argentina que se nos viene y esa realidad le genera a Wall Street una pregunta obligada: ¿estarán esta vez los argentinos dispuestos a bancar al presidente que elijan o les agarrará “otra rabieta adolescente” y volverán a castigar al que sigue tal como lo hicieron con Alberto y Mauricio?

Hacia un gradualismo forzoso. Los argentinos quieren borrar ingenuamente veinte años de kirchnerismo con una “dolarización mágica” y empezar de cero desentendiéndose de lo votado. Grave error, la economía kirchnerista nos acompañará por muchos años aun perdiendo las elecciones presidenciales de 2023. No hay magia, en el mejor de los casos la mejora será gradual, si hay algo que sobrará en la economía que se nos viene es “gradualismo”. Desde afuera nadie quiere poner un sólo dólar hasta tanto no demostremos que podemos enderezar esto por nosotros mismos. Es el huevo o la gallina: el problema es que para enderezar esto se necesitan dólares que no tenemos. Con nuestro historial defaulteador, sumado a la lluvia de inversiones de Mauricio que no fue, resulta difícil imaginar a Wall Street prestándonos dólares hasta tanto demostremos que “esta vez, cambiamos”. Una promesa idílica que ya no vende figuritas a nadie excepto a los argentinos que todavía esperan magia.

Déficit cero como única opción. Más allá de historias monetarias coloridas que se escuchan en estos tiempos, lo relevante a considerar es el concepto de “déficit cero”, el ancla debe ser fiscal. En este contexto, la Argentina agotó tres fuentes clásicas de financiamiento de déficit: 1) bonos externos (lastimamos a Wall Street), 2) FMI (no nos quieren cerca, los lastimamos también), 3) emisión en pesos (los argentinos lastimados también, después de cien años de emisión sin límites ven un peso y se estresan, con inflación acelerando). Solo nos queda entonces, un “déficit cero” concepto ampliamente rechazado por políticos que quieren ganar elecciones y por una sociedad que nunca se hace cargo y vive en Narnia ilusionada con soluciones mágicas. Pensando en 2024, Argentina no tiene otra chance que ir a un escenario de “déficit cero” a velocidad de la luz lo cual es social y políticamente improbable o sea, la economía insinúa dónde empieza la solución pero a la vez la política clama restricciones inquebrantables que condicionan a toda decisión económica razonable.

Una retórica obligada pero a la vez, invisible. El debate ausente en esta Argentina electoral de 2023 es el concepto de “déficit cero”, y ese debiera ser el primer tópico por discutir: para un país que no tiene ni tendrá acceso inmediato al mercado de deuda y que tampoco puede emitir más pesos, la única opción razonable sería estabilizar el presupuesto. El resto distrae y recuerden: nada puede construirse en el largo plazo si gastamos más de lo que generamos, es así de simple y doloroso a la vez. ¿Y cómo se implementa esto? Esa es la misma pregunta que me hago, sería muy útil que cada candidato lo explique con un Excel de 10 líneas con “restricción política” adentro. El sustento político a la reducción del gasto es esencial en este Argentina que se nos viene encima en 2024.

Estamos solos. Los argentinos no terminan de comprender algo muy básico y doloroso: nuestro país está en una situación crítica y sin recuperación inmediata posible a menos que nos tomemos treinta largos años para arreglarlo, cosa que no creo ocurra dada las recurrentes ansiedades bipolares de la mayoría de argentinos que habitan esta tierra. Independientemente de retóricas grandilocuentes desde el arco opositor, sería muy útil a esta altura de los acontecimientos que cada candidato explique con absoluta exactitud por dónde intentará ejecutar una cirugía fiscal ineludible y a la vez defina con claridad cristalina dónde conseguiría el soporte político indispensable para semejante hazaña fiscal. Días atrás intentamos seducir a Wall Street con nuestra “dolarización sin dólares” y nos respondieron: vuelvan a Peronia porque nosotros no vamos a financiar ninguna dolarización de ustedes, mejor pongan la casa en orden y regresen para entonces. La razón es sencilla y contundente: no hay magia, no hay dólares inmediatos, los únicos stocks relevantes son aquéllos referidos a deudas en pesos y en dólares. Que Dios bendiga al próximo presidente.

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