Academicas - 17/10/2023

En una dolarización “de facto” pierden los argentinos y gana el próximo presidente

Ningún presidente por más desquiciado que intente parecer se va a animar a dolarizar sin dólares. Por eso requiere de la complicidad del argentino entrando en un estado de psiquiatría absoluta lo que sería un suicidio financiero. Todo candidato a presidente que le insinúe a los argentinos quemar sus pesos quiere transferirles a ellos el costo de una “dolarización sin dólares” para evitar su propio costo político. En esta coyuntura y dependiendo enteramente de los argentinos, se torna más probable un escenario donde ocurra una dolarización “de facto” hecha por los propios argentinos en un ataque psiquiátrico contra el peso. ¿Cuál es el problema? No hay dólares, por lo que la auto-dolarización implicaría una auto-licuación no vista en nuestras vidas. Este escenario probablemente sería muy deseable para el próximo presidente si ocurre antes de que asuma y eso nos obliga a plantearnos dos preguntas: 1) ¿qué tal si decidimos esperar?, 2) ¿qué tal si decidimos evitar la corrida? Esta actitud podría favorecernos y complicar al que sigue y en ese caso, quien perdería sería el próximo presidente que tendría que asumir toda la carga política del ajuste.

Lo irónico de todo esto es que la licuación sería más grave cuanto más psiquiátrica se torne la corrida contra el peso. Y eso depende de la locura de cada argentino que vive en este bendito país. Cuanto más esquizofrénico sea el embate contra el peso dado que no hay dólares, mayor será el tipo de cambio de conversión, mayor será la licuación, y menores serán los salarios en dólares que resulten como consecuencia del ataque psiquiátrico. Lo irónico y perverso al mismo tiempo es que la pobreza de los argentinos va a depender de su propio nivel de locura y de la agresividad con la que ocurra la corrida del peso contra dólares inexistentes. Si el próximo gobierno quisiera plantear una dolarización, la misma sería tremendamente licuatoria dado que no tenemos dólares. Por eso al próximo presidente le conviene que esa acción sea ejecutada por los propios argentinos, o sea, al próximo presidente le conviene una autodolarización que sería altamente licuatoria y que reconocería la inexistencia de dólares, pero al mismo tiempo no lo obligaría a él a hacerlo. Lo irónico de todo esto es que una corrida beneficiaría al próximo presidente, pero perjudicaría altísimamente a cada ciudadano argentino de a pie.

La aceleración es subóptima. En una sociedad donde cualquier debate es posible, el concepto de dolarización se tornó en un evento romántico en donde el argentino fantasea con la posibilidad de aniquilar al peso a cambio de dólares que no existen. No es lo mismo que el gobierno intente una dolarización a que lo haga directamente la ciudadanía . En este caso, cuando los argentinos deciden autodolarizar, el evento se torna en psiquiátrico, acelerado, caótico y altísimamente licuatorio. En este país han ocurrido todos los eventos económicos posibles, pero creo que nunca vi un escenario en donde los argentinos decidan autolicuarse y eso es precisamente lo que podemos tener después del 23 de octubre. Depende de qué tan loca quede la ciudadanía como consecuencia del evento electoral. Y a la luz de la mayoría de los personajes que se presentan como candidatos creo que no contribuyen a tranquilizar a nadie lo cual significa echarle más leña al fuego, a un fuego que hace rato viene creciendo.

De esta forma, esto se puede plantear como un juego de Nash entre el próximo presidente y nosotros. Probablemente al próximo presidente le convenga asumir con nosotros todos licuados, pero esa licuación depende de nuestra propia estupidez: ¿qué tal entonces si no lo hacemos?, ¿qué tal si no corremos contra el peso? Bajo esa circunstancia, el próximo presidente asumiría en un país en donde la licuación del gasto no ocurrió y lo forzaría a una reestructuración fiscal plena sin el beneficio de la hiperinflación previa. De esta forma, toda la carga se transferiría del ciudadano al próximo presidente, o sea, la casta. Para que esto funcionase debiera ocurrir algo de bajísima probabilidad de ocurrencia: que los argentinos anticipen el próximo escenario, que cooperen, que perciban a la autodolarización como una autolicuación innecesaria y que fuercen al próximo presidente a hacer lo que no se atrevió ningún otro miembro de la casta: achicar el gasto público. Quizá, la forma más inteligente de actuar en esta crisis sería evitar una corrida, evitar una autolicuación, y forzar a toda la casta política a que reestructure el gasto asumiendo ellos los costos políticos de hacerlo y no nosotros, con una autolicuación psiquiátrica.

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