Academicas - 23/10/2023

La hiperinflación es un costo evitable: hacia una plena reestructuración fiscal

El Bosque. Dado que en Argentina no hay dólares, toda amenaza de cualquier político que implique una dolarización al asumir funciones, no es creíble y, por lo tanto, no hace falta que los argentinos entren en locura, que abandonen psiquiátricamente al peso y que cometan un suicidio financiero. Si los argentinos no se autodolarizan psiquiátricamente, la dolarización no va a ocurrir nunca y obligaría al próximo presidente a un severo ajuste fiscal que es probablemente lo que no quiere hacer por los costos políticos asociados. Muchas veces esperar y obligar a una reforma fiscal es la decisión correcta. Si los argentinos fuerzan al próximo presidente a un ajuste fiscal y evitan una hiperinflación, quizá en breve, nos demos cuenta si tiene lo que hay que tener para sentarse en el sillón de Rivadavia.

Una fuerte señal fiscal tendría muchos efectos positivos. En primer lugar, Wall Street la celebraría, con la deuda soberana raleando, generando una baja en el riesgo país y Argentina recobraría nuevamente el acceso al mercado financiero internacional. En segundo lugar, el équity también ralearía dado que las tasas de descuento con las que se castigan actualmente las acciones argentinas bajarían. Al mismo tiempo, una fuerte señal fiscal calmaría la locura del argentino, estabilizando la demanda de dinero y evitando una hiperinflación. Percibo que en estos últimos meses se ha hecho un énfasis exagerado en temas monetarios y como consecuencia de ello perdimos el bosque. El bosque es el de un país que tiene un severo problema fiscal. La raíz de todos nuestros problemas es fiscal. Argentina no solamente tiene un problema de déficit fiscal, tiene además un drama de enorme gasto fiscal, que debe ser reducido a través de un acuerdo político que reestructure al Estado, que desregule la economía y que nos abra al resto del mundo. Hacer esto no es fácil, pero para eso viene un presidente: para cambiar de raíz a un país que hace un siglo funciona al revés.

El debate debiera girar a lo que importa, desestimando lo monetario y priorizando lo fiscal. ¿Por qué entonces hay tanto énfasis en lo monetario y no en lo fiscal? Porque toda decisión fiscal necesariamente va a forzar al próximo presidente a incurrir en altísimos costos políticos. No hay dólares para dolarizar. Tampoco hay motosierra para achicar el gasto. Esa es la razón por la cual se arenga que la dolarización sea ejecutada por los propios argentinos, así el próximo presidente se evita los costos políticos de semejante ajuste fiscal. Una hiperinflación no se genera por emisión de pesos sino por un fuerte colapso en la demanda de dinero. Por lo tanto, en última instancia, la hiperinflación corresponde a un evento de locura en donde el argentino le dice basta al peso, pero quizá existe otra chance. Una hiperinflación le haría muy fácil el camino al próximo presidente dado que el suicidio financiero causado por una licuación subsidiaría los costos políticos del futuro mandatario. Una hiperinflación podría ser evitada si ejecutamos un severo shock fiscal. Para esquivar los costos políticos de dolarizar sin dólares, existen políticos a los que les conviene que la dolarización la hagan los propios argentinos, suicidándose financieramente. Pero no hace falta. Evitar una hiperinflación psiquiátrica es forzar al próximo presidente a que haga su trabajo. Si viene a cambiar al país entonces, que haga el ajuste fiscal y que banque la parada.

En un escenario de hiperinflación pierden los argentinos. En un escenario de severo ajuste fiscal pierde el próximo presidente, con toda la casta adentro. Hay que ser muy cuidadosos en reaccionar psiquiátricamente a la arenga de un escenario de autodolarización que probablemente perjudique mucho más a los 47 millones de argentinos que están adentro. Ningún escenario será peor que el de una dolarización “de facto” encarada desesperadamente por los argentinos, aspecto que ocasionaría una formidable licuación para los 47 millones . Un escenario hiperinflacionario puede ser evitado si el próximo presidente articula un severo programa de ajuste fiscal asumiendo todos los costos políticos asociados al anuncio. Obviamente, en este caso los costos políticos los deberá pagar el próximo presidente, todos sus socios y no nosotros directamente. Una hiperinflación subsidiaría a toda la casta y le permitiría evitar los costos políticos de un ajuste fiscal. Enloquecer y entrar en un proceso caótico de rechazo al peso le ahorra costos al próximo presidente y licúa al mismo tiempo a todos los argentinos.

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